PB06. Los Otros.
Lo que no le han contado -o no quiere que le cuenten- de las canteras profesionales
Hace ya más de una semana que volví de vacaciones, pero no he podido retomar PlayBook hasta ahora por diversas razones. La principal, sin duda, ha sido mi incorporación a los entrenamientos en la U.D. Tomares, en los que hemos pulido nuestras jugadas de estrategia de cara a nuestro debut esta temporada en Primera Andaluza Cadete, que se produjo este fin de semana. Pero ésa es otra historia.
Como ya comenté anteriormente, uno de los motivos principales por los que me tomé un descanso del fútbol formativo fue el elevadísimo nivel de presión -auto infligida ocasionalmente, todo hay que decirlo- al que nos vimos sometidos como cuerpo técnico conforme se acercaba nuestro ascenso a División de Honor. No supe gestionar, quizás por novato, la que procedía desde el propio club y de la grada.
Cabría pensar que cuando te mantienes invicto los primeros dos tercios de campeonato, todos los miembros del equipo estarán felices, contentos. Yo lo estuve, por supuesto, hasta que me percaté de lo que estaba pasando en realidad a nuestro alrededor. Un directivo se quejaba por no darle más minutos al ‘pichichi’; otro, por la cercanía del segundo clasificado; y algunos padres… Cada uno libraba su batalla.
Defender la gestión de una plantilla ante la directiva de un club, sea de la categoría que sea, será sencilla si los resultados acompañan. Siempre estuve muy tranquilo en ese aspecto. La proyección era excelente desde noviembre -íbamos volando- y sólo una hecatombe podía arrebatarnos el premio final. La cosa se tuerce cuando los intereses del colectivo chocan frontalmente con los del individuo, o los de sus progenitores.
Partamos de la base de que -casi- todo padre quiere que a sus hijos les vaya bien en la vida. Los de futbolistas de cantera no son una excepción, y me gustaría dejar patente que he tenido la inmensa suerte de conocer a un grupo muy extenso de estos que imponen la felicidad de sus retoños a sus propias fantasías, como la de verles vestir la elástica de un equipo profesional, con todo lo que ello conlleva. Los hay que no.
Por el bien de los chicos -y, cada vez más, también de las chicas-, quizás sea la hora de que padres y madres sepan, si no se lo habían dicho todavía, que si su hijo está probando o en proceso de firmar por una cantera profesional, lo más probable es que desde dicho club le vean más como un soporte, un apoyo, que como un proyecto de futbolista profesional. El Sancho Panza -uno de tantos- de la gran promesa del club.
Cuidado con las expectativas
Es alucinante, a la par que preocupante, lo que uno puede llegar a escuchar entre el murmullo de un campo de fútbol de pueblo si se concentra y modula su audición correctamente. Da igual que se trate de un entrenamiento, un amistoso o un partido de competición; siempre habrá alguien hablando de los chicos -más concretamente, de sus virtudes y sus ‘carencias’- como si de futbolistas profesionales se tratase.
La cosa se agrava cuando cualquiera de ellos tiene la suerte y el privilegio de recibir la convocatoria de una cantera profesional. La verborrea se dispara -“le falta talla” es trending topic en el ambigú del equipo de su barrio- y cualquier conato de coherencia es dinamitado al instante. “Mi padre cree que no me esfuerzo lo suficiente”, te dice entre lágrimas el máximo goleador del equipo porque no le fichan tras las captaciones*.
Como experto en la materia, soy consciente del daño que pueden hacer los pensamientos intrusivos; incluso los positivos. Su hijo de 13 años recibe la llamada del Sevilla Fútbol Club (p.e.) y, dos minutos después, se ve a sí mismo en un palco VIP del Pizjuán durante unas semifinales de Europa League, viviendo la vida padre. Nunca mejor dicho. Responsabilizará al niño de no materializar tus ensoñaciones.
Y a lo mejor termina ocurriendo, oiga*, ¡que sólo tiene 13 años!
* Le han fichado dos años después. La paciencia es una virtud de la que casi todos carecemos.
Además de mi trabajo en diseño de producto y análisis, colaboro puntualmente como docente y consultor en innovación aplicada al fútbol profesional. Si formas parte de una universidad, un club o una federación y crees que podríamos colaborar, no dudes en escribirme.
Dime con quién juegas y te diré quién eres
No parece es razonable depositar semejante carga sobre los delicados hombros de un púber. Ni en los del descartado, ni mucho menos en los del seleccionado. Advertido queda: aunque su hijo firme por una cantera profesional, las probabilidades de que llegue a jugar en el primer equipo seguirán siendo prácticamente nulas. Su hijo no es el end product sobre el que se sustenta esta lucrativa a la par que frágil industria.
Sí, el fin último de la cantera de cualquier equipo de élite debería ser convertir a sus chicos en ese producto final, pero, en su defensa y en la de quienes las gestionan, conviene señalar que existen numerosas limitaciones para conseguirlo. Por un lado, y principalmente, están las inherentes al futbolista, como su capacidad de aprendizaje, su talento innato -el cual facilita lo primero- o su nivel de determinación, etcétera.
Por el otro, las impuestas por el propio club, especialmente las relativas al desarrollo físico de los jugadores. Si no está familiarizado con el concepto de edad relativa, le recomiendo que se documente. Pero también están las que hacen referencia a la optimización de los recursos. Todos sus jugadores cuentan con igualdad de oportunidades en una cantera profesional, pero no todos pueden tener el mismo éxito.
El coste de la ropa, la ficha federativa y los desplazamientos -taxi, autobús, tren o avión- de su hijo durante el tiempo que permanezca en la cantera de turno es una inversión nimia en comparación con el retorno que el club espera obtener por la venta de alguno/s de sus compañeros. Sabrá fácilmente de quién/es se trata. Free Tip: Pague lo que pueda de hipoteca con la contraprestación que reciba mientras pueda.
La misión de su vástago, no obstante, se antoja fundamental. Puede que no para usted, pero sí para los intereses del club al que representará durante los próximos 2 o 3 años: acompañar, apoyar e impulsar el desarrollo de aquel o aquellos compañeros que sí tienen opciones reales de convertirse en futbolistas profesionales. Esto no implica necesariamente algo malo. De hecho, puede ser muy positivo para los chicos. PERO.
Se hace camino al andar
Pero tildar de fracaso la salida o la no entrada a un sistema profesional de cantera, especialmente a edades tan tempranas, puede ser peligroso. Nunca se sabe lo que puede llegar a pasar. Hablo como entrenador y, ante todo, como padre, pero también como alguien que lleva años analizando el mercado futbolístico mundial. Puede que su hijo no tenga ‘lo que hay que tener’ por defecto, pero puede que sí tenga suerte.
Sevilla es una ciudad especial en lo futbolístico, y ambos clubes han atravesado distintas etapas desde que tengo uso de razón. Curiosamente, los grandes talentos andaluces daban prioridad al Sevilla F.C. cuando disputaba la Champions League y conquistaba una Europa League de tanto en cuando, lo que derivó en un largo dominio en categorías inferiores difícil de confrontar por el Real Betis Balompié.
Durante el mismo periodo de tiempo, sin embargo, el único de los dos clubes que fue capaz de ofrecer un desarrollo y un camino profesionales reales, tangibles, fue el verdiblanco. Sólo Pepe Mel hizo debutar a más de una veintena de canteranos durante la década de 2010. Podría decirse que no le quedó más remedio, dado que dirigía a un equipo en administración concursal y al que tuvo que sacar dos veces del pozo.
Fabián Ruiz y Dani Ceballos son ejemplos de aquel grupo de canteranos béticos que, probablemente, hubiesen tenido éxito en cualquier caso. Otros, como Francisco Varela, Álex Martínez o José Antonio Caro, aprovecharon las circunstancias verdiblancas para dar el salto al fútbol profesional y vivir de ello, que vendría ser el gran objetivo de cualquier joven futbolista. Los que ganan títulos son la excepción.
El pathway de los nervionenses, sin embargo, se vio claramente entorpecido por el elevado nivel de calidad de los futbolistas del primer equipo en aquellos años. David Soria, Bryan Gil o Luis Alberto fueron de los pocos que pudieron demostrar destellos de su potencial en el primer equipo y han construido su carrera lejos de Nervión. Los que no debutaron pero brillaron en el Sevilla Atlético son profesionales a día de hoy.
No se sabe lo que nos aguarda a lo largo del camino. No deje que el orgullo le cierre puertas a sus hijos. Lámase las heridas en silencio y apoye al chaval. Partido a partido.
El privilegio del escudero
Si bien a Sancho Panza se le recompensó con la ínsula de Barataria por los servicios prestados a Don Quijote, cumpliendo así su sueño y suprema ambición, es improbable que les ocurra lo mismo a usted y su hijo por hacer lo propio con Thiago Polo o David Rosa, dos de los mayores proyectos adolescentes de Betis y Sevilla, respectivamente. Les recomiendo que, llegado el momento, no lo tilden de fracaso. Es un privilegio.
Cuando las cosas se tuercen sobre el terreno de juego y los egos amagan con enturbiar el esfuerzo colectivo, suelo confesarle a nuestros chicos que daría un brazo por haber tenido la oportunidad de vivir lo que ellos están viviendo. A fin de cuentas, fue la propia U.D. Tomares la que me dio la ‘patada’ con 14 años. “Carlos, honestamente, no vales para esto”, fue lo que me dijo el míster entonces. Y yo, claro está, me lo creí.
Que un chico de 14 o 15 años tenga la posibilidad de competir semanalmente contra otros chicos de su edad y hacerlo, además, en entornos prácticamente de élite, como pudiera ser una ciudad deportiva, debería ser visto como un premio, pues los que no lo logran son la inmensa mayoría. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero el concepto varía según las circunstancias. La naturaleza humana es la que es.
Tal vez su hijo -o su hija- no llegue a la élite. Yo tampoco lo hice como futbolista, pero me he labrado un camino hasta ella como periodista, primero, y como analista, después. Lo que tengo claro, además de las numerosas puertas que te abre el esfuerzo -aunque no sean las que se deseaba en un principio-, es que poder aprender de la derrota y de la victoria cada semana es una ventaja competitiva para ganar en la vida.
La huella de una buena gestión de la frustración es superior a la de un contrato profesional. Ser consciente de la suerte que uno ya tiene es el primer paso para afrontar con cierta entereza los sinsabores que nos reserva la vida, que no son pocos. Es uno de mis principales focos de atención como padre, porque, a largo plazo, que entiendan esto ya es un triunfo en sí mismo. Sólo así ‘su’ victoria está asegurada.



